domingo, 21 de junio de 2009

Regalando un atardecer cometí una insensatez. Entre palabras, no logré escuchar la voz del silencio, acallando mis valenturientas ganas de encontrar una respuesta. La respuesta, la tenía un alma desbocada, infinitamente dulce, a la que le recuerdo un sabor amargo. En mi búsqueda al firmamento, encontré lo más preciado, y entonces me reafirme, que mi culebrón no ha finalizado, ni piensa hacerlo en un largo plazo de tiempo. El destino juega a engañarme, y es difícil predecir lo que esta escrito en él.

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